BALADA TRISTE DE TROMPETA (o “España y yo somos así, señora” *)

Título: Balada triste de trompeta. Año: 2010. Nacionalidad: España. Dirección y guión: Álex de la Iglesia. Música original: Roque Baños. Intérpretes principales: Carlos Areces, Antonio de la Torre, Carolina Bang, Santiago Segura, Fofito, Raúl Arévalo, Fernando Guillén Cuervo, Sancho Gracia, Fran Perea, Manuel Tejada, Enrique Villén, Gracia Olayo, Luis Varela, Terele Pávez, José Manuel Cervino, Joaquín Climent, Fernando Chinarro. Página oficial: http://www.baladatristedetrompeta.com/

En los últimos veinte años, pienso que en España han surgido cinco directores que han destacado por encima del resto. Mientras que en tres de ellos debo reconocer que tiene más peso mi opinión y mis gustos personales (Antonio Hernández, Roger Gual y Cesc Gay), en relación a los dos restantes, la unanimidad es prácticamente generalizada (Alejandro Amenábar y Álex de la Iglesia).

Hay que admitir que, de todos ellos, Álex de la Iglesia es el más heteredoxo e irregular. Heterodoxo, porque, frente a la mayoría de sus colegas, asume sin tapujos elementos temáticos y estéticos de la cultura popular moderna (el cómic, la ciencia ficción, el género de terror, escaso pudor en mostrar escenas de gran violencia…). Irregular, porque ha tocado el cielo con títulos como El día de la bestia (1995) o La comunidad (2000), se ha sumergido en el infierno con Crimen ferpecto (2004) y ha llegado a transitar por el limbo con, por ejemplo, Los crímenes de Oxford (2008). La curiosidad se centraba en averiguar qué nos íbamos a encontrar con Balada triste de trompeta.




La última película de Álex de la Iglesia está emparentada con otro título anterior suyo: Muertos de risa (1999). En ambos casos, la película se desarrolla en los años 70. En el film de 1999, los protagonistas eran dos cómicos: uno, el que da las bofetadas; otro, el que las recibe. En Balada triste de trompeta, los protagonistas son dos payasos: el payaso tonto y el payaso triste. En ambas películas, los protagonistas acaban enfrentándose. Y de las dos cintas, se puede extraer la misma moraleja: si hubiesen sido españoles, Caín no habría matado a Abel porque Abel se le hubiera adelantado…

La gran diferencia entre ambos títulos es que mientras que en Muertos de risa predominaba una ambientación pop muy propia de la época que retrataba, en Balada triste de trompeta el clima es absolutamente tétrico y tenebroso. El cine de Álex de la Iglesia, que siempre se ha caracterizado por su humor negro, se envuelve en su última cinta en un pesimismo retorcido donde apenas se vislumbran elementos positivos. La violencia, siempre presente en su filmografía, se torna aquí sanguinolenta y entreverada por un espanto sobrecogedor en el que los momentos de humor, en vez de suavizarlo, lo que provocan es que su presencia se intensifique y se vuelva más aguda. Si el acontecimiento real que se retrataba en Muertos de risa era la aparición en la televisión del mentalista israelí Uri Geller, aquí es el atentado contra Carrero Blanco en una escena que no hace más que reforzar el tono macabro de toda la cinta.

La historia está narrada, además, a un ritmo frenético, casi delirante, que arranca con una secuencia visualmente impactante (imagínense a un payaso matando soldados a machetazos) y unos títulos de crédito espectaculares que habría que destacar como de los mejores que se han visto en toda la historia del cine español. En su desarrollo posterior, se van sucediendo escenas brutales que serán difíciles de aceptar para la sensibilidad de muchos espectadores. Para cerrar el círculo, la sensacional secuencia final –que es un claro homenaje a Con la muerte en los talones (1959) de Alfred Hitchcock- se desarrolla en la cruz del Valle de los Caídos, con un desenlace truculento a tono con el resto de la película.

Considero que tiene gran mérito que, en medio del desarrollo caótico que la historia acaba teniendo, los actores brillen a un gran nivel, debiendo destacar el trabajo del trío protagonista (Carlos Areces, Antonio de la Torre y Carolina Bang) aunque todo el elenco de secundarios no desmerece en absoluto, logrando en todos los casos una magnífica caracterización de sus personajes.

Valorada desde un punto de vista global, me parece que la película ofrece unas imágenes con un poderío incontestable y que la historia tiene una fuerza innegable pero al final acaba teniendo un ritmo excesivamente precipitado que acaba perjudicando la posibilidad de que el espectador pueda ir asimilando una historia de tintes tan sombríos como la que aquí se nos presenta.

Nota (de 1 a 10): 7,5.

Lo que más me gustó: Los títulos de crédito y la secuencia final en el Valle de los Caídos.

Lo que menos me gustó: El ritmo excesivamente precipitado de la narración.

* Esta frase pertenece a la obra teatral En Flandes se ha puesto el sol (1910), de Eduardo Marquina


Comentarios

  1. Bueno, aun no la he visto, pero he d edecir que me llama la atencion...

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