LA VIDA DE ADÈLE (o esa cosa voluble y caprichosa que llamamos amor)




LA VIDA DE ADÈLE (o esa cosa voluble y caprichosa que llamamos amor)

TÍTULO: La vida de Adèle. TÍTULO ORIGINAL: La vie d’AdèleAÑO: 2013. NACIONALIDAD: Francia-Bélgica-España. DIRECCIÓN: Abdellatif Kechiche. GUIÓN: Abdellatif Kechiche y Ghalia Lacroix, adaptando un cómic de Julie Maroh. INTÉRPRETES PRINCIPALES: Léa Seydoux, Adèle Exarchopoulos, Salim Kechiouche, Aurélien Recoing, Catherine Salée, Benjamin Siksou, Mora Walravens, Alma Jodorowsky, Jérémie Laheurte, Anne Loiret, Benoît Pilot, Sandor Funtek, Fanny Maurin, Maelys Cabezon, Samir Bella, Tom Hurier. PÁGINA WEB OFICIAL: http://www.lavidadeadele.es/.


El tema de la homosexualidad ha sido visto en el cine desde multitud de perspectivas y las mismas han evolucionado a la vez que han cambiado los puntos de vista sociales en relación al mismo. En la inmensa mayoría de las ocasiones, las películas se han centrado en la cuestión de la represión, de la estigmatización y de la marginación de quienes tenían (o se presumía que podían tener) una condición sexual diferenciada. Ahí están los ejemplos de La calumnia (1961) de William Wyler, El funcionario desnudo (1975) de Jack Gold, Philadelphia (1993) de Jonathan Demme, Fresa y chocolate (1994) de Tomás Gutiérrez Alea, Boys Don’t Cry (1999) de Kimberly Peirce, En la ciudad sin límites (2002) de Antonio Hernández, Las horas (2002) de Stephen Daldry, Lejos del cielo (2002) de Todd Haynes o Brokeback Mountain (2005) de Ang Lee. Otras veces las películas se han recreado en amaneramientos y en elementos superficiales como en Glen or Glenda (1953) de Ed Wood, La escalera (1969) de Stanley Donen, La jaula de las locas (1960) de Edouard Molinaro, Las aventuras de Priscilla, reina del desierto (1994) de Stephan Elliot o Desayuno en Plutón (2005) de Neil Jordan. También se ha abordado la cuestión con el afán de exponer una visión filosófica, artística o social rupturista o provocadora como en Un hombre llamado Flor de Otoño (1978) de Pedro Olea, El ansia (1983) de Tony Scott, La ley del deseo (1987), Todo sobre mi madre (1999) y La mala educación (2004) de Pedro Almodóvar o Limpieza en seco (1997) de Anne Fontaine. Pero, al mismo tiempo, ha habido films que han tenido una vocación de normalización y han planteado las situaciones con naturalidad y sin ningún atisbo de incomodidad o reparo y huyendo de la comicidad facilona: desde A un dios desconocido (1977) de Jaime Chávarri, pasando por El crack II (1983) de José Luis Garci hasta la reciente Los chicos están bien (2010) de Lisa Cholodenko.

Tras ver La vida de Adèle, he de reconocer que, en su forma de abordar el tema, he llegado a pensar que entre cualquiera de los títulos que he mencionado y, el que hoy vamos a comentar, podría existir la misma diferencia que hay entre las pinturas de las cuevas de Altamira y Las Meninas de Velázquez. A favor, claro está, de la cinta que ha ganado la Palma de Oro a la Mejor Película en el Festival de Cannes de 2013.






Así dicho, puede parecer una boutade. Pero es que La vida de Adéle recoge muchos de los aspectos que he expuesto con anterioridad y, al mismo tiempo, va más allá de donde cualquiera de los títulos citados ha llegado. Ante todo, la relación entre las dos chicas es narrada como una historia de amor cualquiera; en realidad, conforme va avanzando la película, ese será el elemento que irá ganando peso y que descubriremos como el eje fundamental de la trama. Un amor que nace por un flechazo espontáneo y casi evanescente, que va creciendo y ganando en intensidad y que, finalmente, se irá apagando (al menos para una de las dos personas que integran la pareja) hasta llegar al emocionante tramo final de la película. Pero, con independencia de ello, La vida de Adèle no elude el proceso de búsqueda de su identidad sexual por parte de la protagonista más joven, sus problemas con sus amigas cuando inicia su nueva relación, el dispar comportamiento de sus respectivas familias, la disección del entorno en el que se mueven los personajes, las reflexiones filosóficas y literarias que van cimentando su formación, la evolución psicológica que el paso del tiempo va provocando…

Puede parecer que la vocación del director es intentar reproducir, en pleno siglo XXI, el afán exhaustivo y totalizador de la novela clásica realista (siguiendo el modelo de Las relaciones peligrosas de Pierre Choderlos de Laclos o La vida de Marianne de Pierre de Marivaux, obras que se citan en el film) y, por ello, dedica tres horas en hacer un retrato ampliamente detallista de las andanzas y vivencias de la protagonista. Pero la película sabe escapar de un peso excesivo de cualquier tipo de referente literario y lleva a cabo una disciplinada planificación cinematográfica construida, sobre todo, a base de planos medios cortos, primeros planos y primerísimos planos que, aparte de crear una íntima sensación de cercanía entre espectador y personajes, logra ser una sutil metáfora de la renuncia a la amplitud de miras y de la tendencia del ser humano a buscar el confort en el encasillamiento. De hecho, cuando el plano se abre, suele ser vaticinio de crisis o para transmitir una sensación de tristeza o vacío. Curiosamente, el rígido planteamiento del director no está reñido con la agilidad del film ya que la frescura interpretativa, la viveza de los diálogos, los inteligentes movimientos de cámara y el inteligente uso de las elipsis narrativas sirven para dar gran dinamismo a la historia.

En definitiva, más allá del tema que trata, La vida de Adéle es una excepcional película que constituye todo un acontecimiento cinematográfico y que satisfará los paladares de los cinéfilos más exigentes.



Nota (de 1 a 10): 10.

Lo que más me gustó: Las interpretaciones de Léa Seydoux y Adéle Exarchopoulos. Su inteligentísima planificación narrativa y visual.

Lo que menos me gustó: Las muy, muy explícitas escenas de sexo pueden no ser del agrado de todos los espectadores.




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